domingo, 14 de abril de 2013

El sexo de los ángeles

A todos nos ha pasado, sobre todo cuando hay algunas copas por medio: nos enzarzamos en una discusión larga, absurda e improductiva sobre un tema que, en realidad, no tiene solución, porque los argumentos no pueden probarse de manera cierta. A estas situaciones se aplican las frases discutir el sexo de los ángeles, o hablamos, simplemente, de una discusión bizantina. Lo que no todo el mundo sabe es de dónde vienen esas frases.

El adjetivo bizantino nos da la pista para remontarnos a Bizancio, capital del Imperio Romano de Oriente, conocida también como Constantinopla o, modernamente, Estambul. Los bizantinos eran famosos por sus disputas teológicas respecto a la esencia de la Trinidad, la naturaleza de Cristo o el sexo de los ángeles. De hecho, a este y otros temas igual de importantes se dedicaron varios concilios de la cristiandad. Así, durante el siglo XV obispos y eruditos hablaban de las partes angelicales mientras los turcos asediaban la ciudad. No parece que fuera el momento ni el lugar para comentar el asunto, pero así sucedió, y por eso a estas disputas inútiles se las llama discusiones bizantinas o sobre el sexo de los ángeles. De estos problemas teológicos proviene también la expresión Armar(se) la de Dios es Cristo, que se usa cuando en una discusión o pelea todo el mundo grita, nadie se entiende y todo es confusión. Esta proviene particularmente del Concilio de Nicea, que se dedicó a reflexionar la doble naturaleza de Jesús: divina (Dios) y humana (es Cristo).  Hoy en día mucha gente dice simplemente Armar(se) la de Dios, perdiéndose parte de la idea original.

Finalmente, hace poco tiempo que salto de nuevo a la fama una frase, en este caso literaria, para referirse a discusiones estériles: la que empleó la Casa Real Española para definir la polémica independencia de Cataluña, discutir si galgos o podencos. La frase está sacada de una fábula de Tomás de Iriarte, "Los dos conejos", y hace referencia a dos conejitos que, teniendo a dos canes casi encima, a punto de devorarlos, se dedican a discutir la raza de los mismos. Se trata de una fábula muy conocida hasta mediados del siglo XX, y dice así: 

FÁBULA XI

Por entre unas matas,
seguido de perros,
no diré corría,
volaba un conejo.

De su madriguera
salió un compañero
y le dijo: «Tente,
amigo, ¿qué es esto?»
«¿Qué ha de ser?», responde;
«sin aliento llego...;
dos pícaros galgos
me vienen siguiendo».

«Sí», replica el otro,
«por allí los veo,
pero no son galgos».
«¿Pues qué son?» «Podencos.»
«¿Qué? ¿podencos dices?
Sí, como mi abuelo.
Galgos y muy galgos;
bien vistos los tengo.»
«Son podencos, vaya,
que no entiendes de eso.»
«Son galgos, te digo.»
«Digo que podencos.»

En esta disputa
llegando los perros,
pillan descuidados
a mis dos conejos.

Los que por cuestione
sde poco momento
dejan lo que importa,
llévense este ejemplo.

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